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viernes, 20 de julio de 2012

Violencia y Ritual en la Tragedia Griega - La Tragedia de la Fragilidad Humana. (5-5)



V - La Tragedia de la Fragilidad Humana

Lo propio de toda reflexión ética, en el pensamiento trágico, no es el control sobre las pasiones si no la vulnerabilidad ante ellas, ya que detrás de las pasiones resuena la fuerza de los dioses. La vida ética es de la misma condición del héroe trágico, es decir, frágil y vulnerable pues la condición humana, en un mundo poblado por el mito y los dioses, es la inestabilidad. La fragilidad determina el terreno de la reflexión acerca de la conducta, pues el actuar se inserta entre la guerra y la pugna entre los dioses, y este conflicto ontológico se traduce en conflicto ético, en el conflicto de tendencias de la conducta, conflicto de deseos que colisionan ante las circunstancias.

La existencia humana es vulnerable ante la multiplicidad de fuerzas que colisionan entre sí, por tanto, el deseo humano nunca es unidireccional, pues nada en el mundo según el pensamiento trágico tiene una sola dirección; sino que la existencia humana se define por la confrontación de tendencias o deseos que lo configuran. Dicho de otra forma, lo propio de la existencia humana es el conflicto de multiplicidad de exigencias de procedencia divina, y que en su íntima esencia son contradictorias. Martha Nussbaum lo refiere así:

Se nos pide que veamos que una vida sin conflictos está falta de valor y belleza cuando se la compara con aquella que contiene la posibilidad del conflicto; que el calor de las exigencias que se presentan a la percepción práctica brota en parte de una distinción y separación especiales que quedarían eclipsadas por la armonización; que, en palabras de Heráclito, la justicia es lucha, o sea, que las tensiones que permiten este tipo de lucha constituyen también en parte los valores mismos. Sin la posibilidad de conflicto, la justicia cambia de naturaleza.[1]

Lo propio de la vida humana es el conflicto de fuerzas, deseos y afectos, pero principalmente la vulnerabilidad ante estas fuerzas. Es por este motivo por el que la virtud o areté es un bien tan escaso, pues florece en medio de la adversidad y del conflicto. La vida éticamente buena es al mismo tiempo una vida heroica, no por ser poderosa o invulnerable, sino por que el terreno en donde crece es demasiado precario; en el pensamiento trágico, más no pesimista, la vida virtuosa es bella justo por ser frágil.  

El problema de la vida buena, es el problema del hombre a merced de los designios de la fortuna. La vida de los hombres no está gobernada por el albedrio individual y mucho menos por la libertad. El problema de la vida virtuosa no es el problema de la libertad si no el de la fragilidad humana. Esto es lo trágico de la existencia. 

Ningún plan, ni ningún carácter, por más sabio o templado que sea, puede gobernar absolutamente su propia existencia, y ésta terrible verdad es mostrada por Sófocles en Edipo rey. El hombre se encuentra en la frontera entre el conflicto de una realidad que entra en choque consigo misma. En este sentido, las peripecias del héroe trágico no son solo las aventuras de un personaje ficticio, sino que, en la tragedia, pueden verse la vulnerabilidad del hombre frente a la violencia doble de lo sagrado que bien puede purificarlo o destruirlo.

A manera de conclusión

El pensamiento trágico transmite elementos cuya vigencia vale la pena identificar. En la noción de fortuna puede verse que, las acciones humanas están determinadas por múltiples fuerzas que separan la intencionalidad del agente, con respecto al resultado de sus acciones, por tanto, muy poco de los acontecimientos humanos es producto de sus intenciones. 

La conducta y la existencia humana en general esta atravesada por la multiplicidad y colisión de fuerzas opuestas en donde la violencia es ineludible condición de su vida pues irrumpe constantemente en el espacio de la fortuna. Sin embargo, la violencia propia de este choque de fuerzas no tiene una carga negativa de suyo, sino que, si bien es ineludible por ser propia del mundo, permite también la fecundidad y sostenimiento de la existencia. 

En este sentido, el paso del rito sacrificial a la poética y pensamiento trágico, es la transfiguración de la lucha ontológica, de su rostro terrible a su forma fecunda. Así pues, el pensamiento trágico pone en escena al hombre ante las fuerzas del mundo que no puede controlar, y en donde la virtud de la vida ética, es un bien raro y escaso que crece frágilmente en medio de la tormenta de la adversidad.   


[1] Martha C. Nussbaum, La fragilidad del bien. Fortuna y ética en la tragedia y la filosofía griega, p. 126

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