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miércoles, 29 de junio de 2016

Brujas (Por: Paulina Monroy)


I

Bajo la neblina, Oriana se veía diminuta. Sentada a la orilla del muelle, mecía los pies y tiraba cáscaras de mandarina al lago reflejo de la noche. A Oriana la arrastraba el deseo de arrojarse. Para evitarlo, olía la mandarina y, si no era suficiente, se concentraba en el aroma del café que se calentaba en casa. 

Oriana acarició la fruta. Paseó cada pelo blanco entre los dedos, como lo hacía con la cabellera larga de la vieja.  Cuando Oriana era pequeña, la vieja le daba gajos de mandarina en la boca. La niña sentía los pliegues arrugados de los dedos y el leve rasguño de las uñas en el paladar. Dejaba el pedazo entre los dientes y lo mordía lento para dejar salir la pulpa.  Ahora era la vieja la que abría la boca destentada y recibía pedazos de fruta cerrando los labios sobre sus dedos. A Oriana le asqueaba la saliva.  

— ¿Quiere hacerlo ahora o más tarde?— le preguntó a la vieja que estaba parada al inicio del muelle. Otra vez la escuchó murmurando para sí palabras sin sentido.

—Tú eres una bruja— alcanzó a oír.  Oriana miraba  fijamente su reflejo. Quería arrojarse y apretó la mandarina hasta vaciarle el jugo.

—Vuela, vuela, te digo— insistió la vieja.  

—Si pudiera…— contestó Oriana mecánicamente. Las cáscaras de mandarina se iban como balsas que navegan la noche.

—Aléjate de mi casa. Vuela, bruja. Te ordeno que vueles—dijo la vieja, pero Oriana la ignoró.

— ¡Váyase a casa!— le gritó fastidiada.    

Oriana la sentía acercándose encorvada y titubeante. Desde que la vieja perdió la razón, la perseguía con una antorcha acusándola de bruja. Ella apenas corría lo suficiente para no quemarse, bajaba a toda prisa al sótano, mientras la vieja le prendía fuego a la puerta y retrocedía.  Oriana atravesaba el umbral con la piel ardiendo. Las heridas nunca sanaron, eran cicatrices del juramento que hizo: cuidar de la vieja, como la vieja cuidó de ella.

Sí, Oriana quería ser una bruja para irse volando de ahí.     


—Las brujas se van al infierno— la vieja alzó la voz. Las tablas del muelle crujían. Ella se aproximaba con sus pasos torpes.

—Estoy en el infierno —murmuró—. Regrese a la casa, voy en seguida —le suplicó. Oriana repasaba su silueta en ese lago insondable. La vieja musitaba sus maldiciones y la interrumpía. Se acercaba más. Oriana la oía y pudo descubrir otro ruido, el del fuego rozando el aire.

“No se atrevería”, pensó y se tocó las heridas. —Está enfriando. Debería estar en la cama.  

—Aléjate… maldita… vuela… arde… —entonó la vieja casi en secreto. Oriana apenas oía su voz. No quería mirarla. 

“¿Por qué no se calla?”, dijo Oriana para sí. — Voy en un momento, ¿está bien?  

Oriana sintió un golpe seco en la espalda.

—Bruja. Las brujas se queman— le dijo la vieja. Oriana se volvió para mirarla. Sintió el fuego en el rostro, retrocedió y cayó al lago. Sólo emergió la mandarina que tenía entre las manos.

II
   
Bajo la neblina, la vieja sostenía un leño encendido para protegerse de la bruja que mecía los pies al final del muelle. Se había hecho pasar por una niña, pero esta vez no iba a engañarla; las arpías se esconden bajo disfraces inocentes. La vieja sabía quién era y quemada o ahogada, así sería su final.   

— ¿Quiere hacerlo ahora o más tarde?— le oyó decir a la bruja.

—Tú eres una bruja. Devuélvete a la oscuridad. Vuela. No me vas a llevar. Tú eres una bruja, una bruja…— susurró y avanzó cautelosa para no provocarla. 

—Vuela, vuela, te digo—insistió la vieja y rezó para sí‒. El fuego me protege y a ti te aborrece. El fuego me protege y a ti te aborrece.    

—Si pudiera, lo haría…—le contestó la bruja.

—Aléjate de mi casa. Vuela, bruja, te ordeno que vueles— dijo la vieja y bajó otra vez el tono de su voz. —Te protege casa el fuego. Te protege alma el fuego… —musitó.

— Váyase a casa— le aconsejó la bruja.

—Las brujas se van al infierno— la vieja alzó la voz y la bajó de nuevo: —y arden—. Debajo de sus pies silenciosos, las tablas del muelle crujían. Había llegado el momento de regresar a la bruja al infierno.

—Espéreme en casa. Voy en seguida—. La bruja quería convencerla.

—La bruja blasfema y profana, seduce e injuria— musitó la vieja y caminó más aprisa. El leño seguía ardiendo.

—Traigo la luz y te llevo a ella, traigo la luz y te llevo a ella…— balbuceó y movió la antorcha que cortaba el aire.

—Está enfriando. Debería estar en la cama— la bruja quería persuadirla.

“No voy a creerte”, le advirtió desde el silencio.    

—Aléjate… maldita… vuela… arde… —entonó la vieja casi en secreto. 

— Voy en un momento, ¿está bien?  

—No, no está bien— respondió la vieja con su voz apagada y sacó una mandarina de su suéter de lana. No era una fruta, era la luna llena y el sol, era el círculo de fuego donde arden las brujas, era el mundo y se lo lanzó.

—Que vueles —le repitió en voz baja y se acercó hasta la bruja.

—Bruja. Las brujas se queman —le dijo mientras movía la antorcha. La vieja empujó a la bruja al vacío. Ella río enloquecida y el fuego se acabó de tragar el leño. La vieja no lo soltó, las llamas la quemaron, ya no le susurraba a las brujas.




Paulina Monroy, (Querétaro, 1982). Egresada de la Escuela de Escritores SOGEM del Estado de México y de la Maestría en Apreciación y Creación Literaria del Centro Cultural Casa Lamm. Esta antologada en los libros Póker de Ases, Dramaturgos de la Escuela de Escritores SOGEM Estado de México (IMC); Premio Alejandro Céssar Rendón (IMC); Morir en la miseria (Oceáno); II Premio Internacional de Microrrelatos “Museo de la Palabra” (Fundación César Egido) y Penumbria año 1 (Penumbria/KGB). Sus cuentos han aparecido en diferentes revistas literarias. Es autora del libro La muerte es sueño (Ediciones y Punto, 2015).

martes, 21 de junio de 2016

Manuel Alejandro García Palacios (Frente Norteño De Poetas)


*Ha participado en diversos festivales de poesía en su estado natal y es activo colaborador con el Colectivo Versos Incordando (2012 - ). Colaboró en la categoría "Jóvenes Noveles" de la revista digital Anzus Magazine. Alumno y amigo del escritor Chihuahuense Rogelio Treviño. Colaborador y conductor del programa "Poesía Nómada" (2013 - 2014) transmitido por la radio cultural en línea "Voces de mi Región". En octubre del año 2014 se publican poemas de él en la Antología "Suversos", proyecto a cargo de la Casa Iskra de Cultura. Activamente ha colaborado en enlaces de poesía con diversos estados de la república al lado del poeta Israel Gayosso.


“Ápices de Persephoneia” 

A Perséfone.  

Cósmica sensación de sustantiva Eva angélica. Demonio.
Rubí. Génesis.Vórtice. Alevosía. Sustancia. Ahí donde 
solía encomendarme a la fe de creerte mía por la eternidad
que dura un beso. Y sueles aparecer en los rehiletes del sueño.
Causando pánico esférico. Arriba. La reina recostada en
el horizonte iniciaba con su pincelada matutina. Hundiendo
la cascada en los pliegues de tu cabello rojo. Para entintar
el aliento del sol. Perséfone. Trazó delgadas crónidas
en el talle de tu cintura. Tan mágico como aquel primer
momento que mis dedos abrazaron tu mano. Mis labios
a tu boca. Creando así un politeísmo dedicado  al sabor
de aquellos. Y yo. Yo buscando algo que probablemente perdí
en tu regazo. No sé. La cordura. Una estrella de magnitud media.
El azul. La marea del Báltico. Ese espectro gravitatorio que 
merodea el iris del santuario edificado debajo de tu mirada. 
Sí. Las Pléyades y yo nos organizamos para tocar tu piel
sin lastimarte. Ella como muérdago estelar. Yo como espectador. 
Mariposa. Troya no es una ciudad. Troya te creó de su hoguera.
Y fácilmente los sueños se pueden estancar en tu presencia. 
Pero el sin embargo existe. Sin embargo alguien llego más a tiempo
a la exquisita sobriedad de abrazarte. Al lenguaje del vino tinto
fermentado en tu saliva. En ése momento guardé silencio.
Solo para no interrumpir el proceder de tu caminar seduciendo
al amanecer. De una noche que precede al poema que lleva tu título.
El que venía sigilosamente cazando a su presa. A ti. A tu compañía.
Una nueva constelación en forma de tu silueta surgió en la materia
cuando pensando en ti miré hacia el cielo. Ahora ella es mi salvación. 
A partir de éste ocho ella es tu fotografía. Y pienso recurrir a ella 
desde abril hasta marzo. Eso sí para octubre sigo vivo. Escribiendo perfume. 
Silbando bajo. Antorcha en mano. Saldré surcando a tu madre. 
La que inventó el llanto. El invierno. Y la insospechada certeza de esperar 
por la primavera. Regurgitando las flores. Neolítico. Antesforia de la madrugada 
según tus huellas de origen persa. Embrión de día únicamente. 
Halcón purgatorial. Alpha Antliae. Nicotina. Donde suelen gritar
las formas de humo que expulsa mi garganta. Un nombre que
se parece al tuyo. Nadie. Arcadia. Salvaguardia. Nada. Día.
En una hora es posible escribir detalladamente la historia de
la humanidad. Hasta el día de tu nacimiento. Ahí. Se revierte 
la creación y se convierte en tu sonrisa. Para seguir solo existiendo.
Al final. Sobre mi taza de café observo mi espejo. Y me resigno.


“Cántaro Presencia”

Me gusta recordarla en ocasiones. Mirar su fotografía. 
Derretirla en el calor de mi pecho. Y extraviarla
en lo que puede ser un abismo de recuerdos fríos. 
Una vorágine desenfrenada de vertientes y soles
apagados. Imaginar su larga cabellera castaña
en plena erupción matutina de sueños lívidos. 
Mientras yo anochezco en su baúl. Pálido, ruego
que me libere de su mirada, que es espuma y
crisol de imanes violáceos. Orden caótica. Furia.
Intempestiva. Brutal. Sí, cierro los ojos y 
la puedo ver, acechándome detrás de la maleza
del onirismo estepario. Esperando por mi desde
una cárcel de silencios prolongados. Como los años
que transcurren sin ella a mi lado. Aún, de un vuelco
brusco de mi cabeza me limito a la idea de ya no
pertenecer a su vocabulario. Lloro por ella cuando
la ocasión amerita gritar su apellido desde el fondo
de mi taza de café. Sucumbo sin remedio a su ausencia
que raspa. Que merodea las manecillas de mi reloj
dérmico. Me deja sin oportunidad de decirle que vuelva
a éstos, mis brazos acartonados. Incoloros. Vacíos.
Que sufren las hojas de otoño que ramifican hacia el
universo al que ella no pertenece. Del cual salió sin comer
la cereza de su protogalaxia. Sin ordenar la vida
que desordenó con su partida estival. Sin persignarse ante mi,
que soy el cristo que carga sus espinas y hasta hoy,
sigue sucediendo. Sangro desde los estigmas de sus ojos 
y estoy plenamente seguro que a través de sus pulsaciones
aún yazco. Impertinente entre sus flores perfumadas.
Tan sutiles y de algarabía vasta. Crucial para la subsistencia
de mis romances, puesto que susodicha señorita se imagina
ella por sí sola en las tinieblas de mi memoria, ya insipiente.
La amo y al decirlo, toma poseción completa del ambiente
a mi alrededor. Desenvuelve su esencia tan necesaria
para la marea del Índigo. Para el nacimiento de un crisantemo.
Tambien para secundar algunos versos que casi se pudren
en el olvido. Gracias, hechicera de ojos verdes. Aurora
Boreal del curso. Por sobrevolar los fervientes rezos
con el pletórico catálogo de todos tus recuerdos a mi lado.


“La última Rosa”

Esa rosa sangra. ¿Acaso no ves sus pétalos? 
Tan septentrionales. Tan llenos de miedo.
Ocultos detrás del párpado de la ventana,
temerosos de verte llegar, temerosos de ti.
Al extremo de que, lloran espinas y escurren
por todo su delicado cuerpo. Despues no pueden
deshacerse de ellas, no secan. Se convierten
en tatuajes verdes. Se convierten en mujer. 


“Solía ser Soleado”

No me recuerdo tan nublado. Solía desaparecer
de la extravagancia emparejada en la puerta
abierta de par en par. Depurarme al filo
de la conjunción geométrica en el albor.
Saludar a mi sombra, que ella me despida
mientras interrumpe la circunferencia lunar.
En el suelo, la silueta de una mujer genuina
besa el cráter y convierte su recuerdo en vómito
de aquellas horas. Abrazados. Sin dolo
de algún día separarse. Entonces yo era soleado.
Como nube juguetona. Tocaba sus senos.
Los desaparecía bajo mi lengua. Creo que
alguna vez la hice sonreír, puesto que recuerdo
claramente aquel destello. Que cegó por un momento
la suicida poesía. La suya, fue llamarada para
mi tacto. Entonces, ahora, recuerdo cuándo comencé
a ser nublado. Cuando la dejé, sí, esta vez fue mi culpa.
A veces la extraño, otras veces también. ¿Dónde?
¿Dónde dejé olvidados sus tatuajes en la espalda baja
y ese pronunciado sismo de su piel morena?
Ya el reloj de mis ojos inundó el regreso.
Y mis brazos caen rendidos tras sostener mi rostro,
me ocupo entonces de empujar la silla bajo mis pies.
Y, en la cuerda, yace inerte un cuerpo sintético. Sin ella:
Patético. Cuelga un hombre que un día amó demasiado.

jueves, 9 de junio de 2016

Niña Vergel (Por: María Velázquez)



Interpoética

Él me crea
con el recurso doble de la mirada:
por un lado me existe, me conforma,
y por el otro soy su semejanza.
¿Soy yo entonces?
¿O soy sus brazos, ojos geocéntricos y piernas meridianas?
Si logro percibirme,
su rostro adopta una condición hipotética de espejo.
¡Dios mío! me retraigo…
Soy el otro.

Niña vergel

Hiedra.
                              Cuerpos alcatraces de hiedra.
Besos narcisos de hiedra.
                              Jardín del Edén de sábanas menstruales.
Ingles de dientes de león con dientes de fina hiedra.
                              Eva de las trenzas tristes. Eva tiene trece.
                              Trece años tienes, trece años, Eva.
Madre de órganos de cristal.
Lágrimas de violetas.
Muñecas de porcelana encinta.
Hiedra.

Metáfora


Cuando no me pongo mis ojos de prisa,
te leo cada cuerpo que eres
en cada espacio que haces tuyo con tu casi ser.
Y bien sabes, me gusta el juego de buscarte:
tomar el tren renglón seguido
y virar los ojos hacia dentro
cuando otras extendidas como tú
me ofrecen su tipografía,
porque como tú sólo tú misma.
Y así, después de un sinfín de esquinas numeradas marcialmente,
posponer lo ya sabido para que me dures,
deslizar la voz para que no te llegue:
¡Ésta es la mía! ¡La de siempre!
y abrazarte en la mentira doble de que si eres tú y a la par la idea de otra.
Ya sé que yo te quise así,
alquilada;
pero a veces te quisiera igual segura
como cuando te veo dormir, toda hecha discurso;
no como cuando te creces
y vas por ahí de signo en signo,
arrastrando un nombre en el que ya no cabes.
Dices que será la última,
pero cada vez que vuelves es primera vez
porque regresas siendo menos tú.
¿Cómo llamarte entonces?
¿Cómo saber cuál de todas las pieles que mudaste es la tuya
si sólo te paseas en líneas y contornos?
¿Saben tus otros hombres acaso que te gusta ser así, voluble?
Quien te intente aprisionar sólo tendrá la estela de tus voces,
la curva de serpiente ya hecha polvo,
la idea de mujer ya trascendida,
porque no saben como yo,
que te creas en el acto de crearte,
que no existes sino en una red continua
haciéndonos creer que te cazamos,
cuando en realidad nunca dejamos de ser presa.

María Velázquez. Estudio Letras Hispánicas en la UAM-I desde el 2012. La razón primera fue la poesía, hasta que por casualidad descubrí que también podía leer en las personas comunes lo que no podía en las metáforas: cuentos.

viernes, 3 de junio de 2016

Nadia Bej (Frente Norteño De Poetas)


*Nadia Bej
De Cd. Cuauhtémoc Chihuahua, intento de poetisa en las buenas y malas ocasiones, generando ocasionalmente caos en mi misma. Casi dos décadas de pisar la tierra, tez morena mezcla de Madre Sierra Occidental y Sierra Fría. 





LAS DOCE EN PUNTO

El tiempo es metáfora
y una burda comparación
entre el inicio y el final.

Se dedica a romper historias
elabora librerías de añoranzas
las llena de polillas, y deja mariposas a lo lejos.

El tiempo se traslada a mi habitación 
y me regala sexo sucio y salvaje
al igual que la puta más solicitada.

Se burla, fuma un cigarrillo
se pone de nuevo los numéricos ropajes
me desquicia al alejarse nuevamente de mi cama.

El tiempo se va y vuelve
escupe fuerte, vomita fuego
para poder exhalar después las más pútridas flores.



SIN CENSURA
                         
El sonido de “ene” que es nada
que se ubica al inicio y al final del infierno
en forma de diosa que atrapa a los mortales
y se incrusta en los sueños que maldigo
para no volverlos a recordar.

La resonancia de la enfermedad
y el desgaste del vicio
hundida en el llanto que acogen las paredes
difuminadas de éxtasis,
de los incontables vértices de sitios oscuros
para que después nada de eso importe.

Se incluye como reina y princesa
incluso en el libertinaje
de llevar ropajes que muestran el sexo
sin darle luz a Venus.
Porque Venus tiene “ene” y tiene “ese”
ese caos que origina catarsis y depresión.

Nada ni nadie es nada
ni Nadia es algo,
sólo la soledad que se pierde
entre el humo de la marihuana
y las líneas de censura de tantos años
extraviadas entre los restos de la vieja ciudad.



SIN TITULO

He sido respetada, acogida y querida,  humillada  y ultrajada
por ser una vieja loca que duerme de día
y por la extrañeza de vivir en la noche.
He sido halagada  y criticada
por las medias rotas del destino,
por el escote que deja ver de mi
las letras más entrañables,
pero es nadie lo quiere
para vivir y conocer el mundo.
He sido puta y santa
y ambas somos mujeres
tenemos senos, tenemos nalgas
generamos y recibimos placeres
pero eso nadie lo observa
para poder seguir jugando a sus prejuicios.
Cuestionada por vestirme sin moda
y desvestirme sin medida
sin preguntarse ellos mismos
el porque de sus propias acciones,
y eso a nadie le va ni le viene.
Después de olvidan de todo y sonríen
se acomodan las faldas y las corbatas
para las pláticas del séptimo día
regalándose látigos por la culpa de los burdeles
del sexto día en libertinaje.
Se cuelgan sus vestidos se santa
con colores en tendencia para destacar su pureza femenina.

Después de todo nadie es casto,
después de todo a nadie le importa ya
el besarse, el tocarse  o masturbarse
mientras se mira de frente en el espejo
sin complejos ni pudor.



CONSEJO PARA UN ALMA VACÍA

He de tomar el alma vacía 
y rehacer los añicos perdidos de ella incrustados en los vasos sin fondo
envenenados por la serpiente que se muerde la cola
en muestra de un ritual de auto superación
de la búsqueda de estabilidad donde no la hay.
Generar el sacrificio de la carne eterna
para darle al mundo lo que no me pidió
como hombre predilecto indeseado para la humanidad
perdido en vicios blancos y soberana imprudencia.

Impúdica recojo los retazos de las vidas que se sacrifican por mi
burlándome siempre de los placeres más incontrolables
buscando pertenencia a una época que me desprecia y que la desprecio.
Por eso bebo el vino de la benevolencia ajena
extrayendo a los seres indulgentes y mitigados por la miseria humana
consumiendo las buenas acciones de los bípedos que día tras día tengo que soportar.

Soy uno de ellos, atrapada entre la materia y la creencia de algo mejor
genero daño en mis extremidades interconectadas a la madre tierra
para no percatarme de lo que sucede en ella
y dejar de llorar noche tras noche porque no existe una solución.
Por eso vuelvo a beber la imprudencia con ojos de satisfacción
mientras mi miserable tiempo se consume en apologías
que exaltan aún más la felicidad humana.




DESNUDEZ

Tengo aspiraciones de joven
pues eso es lo que soy
un alma nueva es que es tóxica piel de seda
infestada de polillas.

Consideraciones expertas aferradas a mis huesos
desde que florece en mi útero
la soberana dicha de ser mujer.

Argumentos noctámbulos martillas la prudencia
y ofrecen satisfacción para mi enorme ego.

El único quehacer es existir
y no tiene color ni utilidad, ni utilería
sin ropajes o apariencias
desnudo mi género desde el interior.