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martes, 9 de octubre de 2018

La médula del río (fragmento) de Jorge Castañeda



I

CENTRO RABIOSO DE ATENCIÓN
Pataleando debajo del enfermo,
Indudable cuerpo que duerme
Cuando los ácidos del cactus
Demandan tierra circular para la mitología
De la creación.



II

EN LA MEMBRANA DE LA ALUCINACIÓN
A lo largo de viajes sin temperatura
Y con el espejo castrado de un músico callejero
Se aclaraba tu murmullo
(...en la introducción a mi árbol
de hueso cocido por Cabalistas
andantes...)
Terráqueo
y ebrio de Dios.


III

LOS SONÁMBULOS
Bajo el volcán
Van apilando el aliento del espíritu
Mojando con la punta del ojo
La ceremonia acuática del comienzo,
(Un suelo abstracto
Pasapormilado
encadenado a la imagen exacta de la palabra)
la eternidad acostumbrada al ojo
contagiando la lengua enorme de los Huarpes
y convocando al predicador de signos:
se entiende la masacre del pensamiento.


IV

JUNTO AL OIDO DEL MUNDO
Clavando mi mano hasta el tuétano
Dejamos
La vera seca junto al ruido de la cama
Fermentando
Las sacudidas
Para ser cadáveres que alientan a sus hijos,
¿quién abre el surco petrificado,
quién
a esta hora de conjuros
entristece tu boca?
Y tus ojos
Arañando el témpano
Río arriba
Donde el embrión anhela vida
Vida de nube que recuerda tu gusto por mi voz.


V

OTRA VEZ EL DESIERTO
Se ahoga naturalmente
Y los muertos abultados
Señalando los ladridos de la piedra,
Con la cabeza ruidosa
Desaparecen en el habla de los encapuchados.


VI

LA MEDULA DEL RIO
Sabe repetir la profundidad de los astros,
Donde se muerden los higos
Se muerden resonancias sin levadura,
Bendice su mirada infinita
Bendice al hombre que flota en la medula del rió,
Lejos
Hacia una lejanía de muerte pasajera
A un paso de distancia
De la red con espuma salvavidas,
Respiremos bajo la sombra del cetáceo
Respira con la agonía de la sombra,
La medula del río
Habla en la cima del cosmos injertado,
En la inmemorial humedad del caos
( no se ven los labios hinchados de la madre ),
bendice su orgasmo agrietado
bendice esta boca lamiendo su alma,
lejos
los muertos a media asta
flamean
hacia una lejanía de incendios
hacia un brillo arrastrado
a la melancolía del río.


VII

SE FUE LA SANGRE
A derramarse continua
Por dentro,
Se apago el esparcimiento
Por miedo a seguir procreando
Y no reconocer
La cicatriz del barco que peina las sombras:
El vestigio de la antorcha
Socorre la labor del sueño.


VIII

LA VIEJA TRADICIÓN DEL RITO
Anuncio la pena por el lenguaje
Sopesándolo con las luminarias de la madre,
Madre haz que el deseo hable
Y encontremos el río perdido de la sangre,
¿ bebieron tu melena blanca ?.


IX 

VOZ DIURNA
Del capullo que nace feroz
En la jauría de los álamos,
¿quién verifica tu brazo picado
en el lugar estremecedor del brote?
¿quién
a esta hora de conjuros
vaga por tu piel?
Voz diurna
Húndete en la materia del guijarro
Antes del coito lanzado por teléfono,
A oídos del que envió la lluvia
Para el bronce del cielo,
Empuja feroz
Empuja
Desoxidando el sexo que te oprime,
Un grito cincelado
Sobrevuela el pensamiento,
Un hierro vivo
Muestra sus colmillos
Y duerme abrazado a su madre.


X

SI, BENDECIRAN LOS UMBRALES
Tanto para nosotros, como para la evaporación
De los muertos,
Lo saben los ríos que te suceden
Las antorchas que sospechan
Los huéspedes de párpados contemporáneos:
El cielo se raja de llanto para si.




Jorge Castañeda.

Nació en Capital Federal (Buenos Aires) el 9 de noviembre de 1962. Estudió Filosofía en la Universidad de Buenos Aires (UBA), es autor de la novela inédita "El cansancio del Mundo"  y el poemario "Percepción de Signos Acumulados”.

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